jueves, 24 de diciembre de 2009

El niño bailarín

El niño bailarín había llegado a mi vida en una suerte de fotógrafo. Era una combinación entre un bohemio y Goku, original, extrovertido, simpático. Del tipo de personas que se llevan al mundo por delante. Ese día, ni siquiera cruzamos una palabra, yo lo veía a lo lejos, sacando fotos al estilo Kame hame ha, pero no iba a pasar mucho tiempo hasta ponernos en contacto.
Tenía la costumbre de hablar con un músico amigo. Típico músico carilindo y creído. Pero era músico, y tenía cierta debilidad por él. Hablando de la vida, unos meses más tarde, me enteré que el fotógrafo, no era fotógrafo, sino que era su hermano. Hermano menor.
Nos pusimos en contacto nuevamente. Hablar casi todos los días, mensajes, y algún que otro encuentro. Una persona increíble. Para muchos podía ser raro, capaz mal educado, o un poco shockeante, pero para mí, era increíble. Rompía todos los esquemas. No entraba en ninguna categoría (y sigue sin entrar). Con sus ideales tatuados en el corazón, y mil pensamientos rondando por su cabeza.
Un caballero con todas las letras. Me había regalado flores de todo tipo, me había prometido un cuento digno de una princesa de Disney, me había dicho cosas lindas, y se había enamorado. Claro que no se había enamorado de mí. Yo, una más del montón, ¿qué podía tener de especial para él? Se enamoró y fue correspondido. Muy lejos de ponerme mal, de angustiarme, me alegró. Me llenó de felicidad saber que el fotógrafo, también conocido como el niño bailarín, se había encontrado con el amor, y habían decidido ir a tomar un café de la mano.
Si bien yo no estaba viviendo la historia de Cenicienta, Blancanieves, Ariel o Bella, o quién sea, él se había convertido en el príncipe encantado, el príncipe charming, y escribía otra historia. Historia que lo tiene increíblemente feliz y animado, y espero que dure por mucho tiempo más.

1 comentario: